Ella: "Cuando niña, tomaba leche de vaca en la casa de mi abuelita, donde pasaba las vacaciones".
Yo: "¿Existe aún la casa/granja de tu abuelita en Hamburgo?"
Ella: "No sé, la vendió cuando se fue a vivir con mi abuelo".
Yo: ?
Ella: "Mi abuelo la dejó por otra más joven. Cuando murió la más joven y a él le dió cáncer, se acordó que, en realidad estaba casado".
Yo (antes de hablar, exploré su expresión facial, para ver lo que pensaba de la situación): "Eso no es precisamente fair".
Ella: "No lo es. Ella tuvo que dejar su querida granja e irse a vivir con él a su departamento, para atenderlo y cuidarlo... tuvo que abandonar también a su perro, ya que en el edificio del abuelo, no se admitía animales domésticos".
1 comentario:
¡¡¡¡¡¡¡
Tremendo, Marta.
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