martes, 22 de mayo de 2012

Los dos bastones...


A veces, los ancianos...

Hoy, en el café-restaurant de Godesberg, donde desayuné, había dos viejitos. Uno de ellos tenía anteojos, un audífono en cada oído y caminaba dificultosamente apoyado en dos bastones, de esos de Nordic walking, que usan los ancianos alemanes.

Dejó los bastones afirmados en la pared donde se cuelgan las chaquetas (había muy pocas, ya que hoy hacía mucho calor) y se dirigió lenta y dificultosamente a una mesa...

En eso, otro viejito -en mejor estado y que podía caminar incomparablemente mejor- toma su chaqueta. Y al hacerlo, bota los bastones del otro anciano... Los mira fijamente, durante unos 5 segundos, tirados en el suelo y... se va.

Simplemente se va! Yo me paro, recojo los bastones y lo llamo: pero él -muy rápido- salía del establecimiento. En eso el camarero -probablemente italiano o francés- me dice: "No se preocupe, ya volverá a buscar sus bastones...".

Pensaba que eran suyos... es que es tan desalmado, tan indolente, tan cruel botar un par de bastones y no recogerlos que al camarero no se le pasó por la mente que pertenecían a otra persona, a otro anciano y no al que salía raudo del lugar...

Recordé Alemania nunca había estado mejor, desde el punto de vista de la psicología

 

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