El mismo día que nos encontramos con Sascha, la vendedora (pinta de estudiante) de una de las librerías más grandes de la ciudad, nos dedicó bastante tiempo para contarnos lo que había pasado hacía una semana: el lunes anterior.
Yo había visto el status de una amiga en Facebook, que decía algo así como "tomando té en la casa de una vecina, después de varias horas sin electricidad"... pero no pensé que el tema habría sido tan... dramático.
Ella llevaba -nos contó- sólo media hora trabajando en la librería, cuando se cortó la luz. Se quedaron sin electricidad, lo que no puede ser muy bueno cuando trabajas en el subterráneo de la librería.
Como se pueden imaginar, no funcionaba nada: no se podía abrir la caja, ni pagar.
Pero lo más apocalíptico era mirar a las personas que estaban en algunos negocios en que las puertas de vidrio estaban cerradas y no se podían abrir. De manera que los clientes no podían abandonar los negocios. Menos mal que la gente en Godesberg es tranquila. Mejor no pensar qué habría pasado en alguna otra ciudad de gente "menos autocontrolada".
El apagón duró hasta las 7:30 o algo así... En el diario local, apareció al día siguiente, una noticia, según la cual, la causa habría estado en una construcción que están haciendo en la vecindad.
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