El lunes, tipo 4 de la tarde, caminaba con amigo, hacia Godesberg. Se nos acercó un chico (entre 18 y 25) y nos preguntó tímidamente si lo podíamos ayudar...
Lo escuché hasta el final (eso no hace cualquiera), nos contó que no tenía donde pasar la noche (esta semana empezamos las noches bajo cero), porque vivía de allegado, había perdido su trabajo en un call center, en consecuencia, no había podido dar su colaboración mensual a la pareja con la que vivía y ayer (domingo) lo habían echado del departamento.
No tenía equipaje, andaba vestido bien, no sucio, barba de uno o dos días. Anteojos, a través de los cuales se veían sus ojos azules... Hablaba con acento cultivado y no precisamente como habla la gente más pobre. Puede ser uno de estos chicos que, por alguna razón, cayó en la pobreza juvenil, terrible fenómeno de nuestro tiempo. Una se puede preguntar: y dónde están los padres...?
Le dije: "Esta noche la puedes pasar en una casa de acogida, sígueme". Fuimos a un centro para ayudar a la tercera edad que buenas sras. conservadoras fundaron, en Godesberg, después de la guerra originariamente para ayudar a los millones de refugiados del Este que huyeron del comunismo hacia Alemania occidental.
La asistente social (a quien conozco por contacto de trabajo), me dió inmediatamente la dirección de una casa de acogida, llama Haus Sebastian (ella le llama Sebastianus, supongo que sería el nombre tradicional) y le pedí que me imprimiera el mapa para llegar.
Mientras yo hablaba con la asistente social, mi amigo se quedó con él en la puerta (por adentro) del lugar donde ayudan a los ancianos... Después me contó que temblaba... y que le había contado que había pasado la última noche en la estación del tren.
Le pasé el papel con la dirección y con el mapa impreso y le dije que fuera ya a esa casa... que no podía pasar más noches "por ahí", ya que se acercaban temperaturas bajo cero... Le pregunté cómo se llamaba... Sascha. Para que se acuerden de él...
No hay comentarios:
Publicar un comentario