Les dijeron que si se "integraban" (esto, es, se asimilaban), serían felices... Lo hicieron, al grado de dar su vida por Alemania, que, en esa época, era la forma de mostrar patriotismo. Yo creo que hay muchas otras, menos sangrientas y más efectivas. Pero en aquella época de comienzos del s. 20 y en aquella sociedad, era "la" forma de demostrarlo.
Miles de judíos murieron durante la I Guerra, luchando por Alemania. Algunos de ellos ganaron la famosa EK, es la abreviatura que se usa para Eisernes Kreuz o cruz de hierro. O sea, no podían amar más a su patria alemana, ya que habían dado su vida, su sangre, a sus hijos predilectos, por la Patria.
Agradecemos la foto a Wikipedia y a Ironcross
Ya eran alemanes, se vestían como alemanes (no con el kaftan de sus abuelos), comían como alemanes, no hablaban jiddisch, sino alemán (los judíos del Este hablaban jiddisch), trabajaban como alemanes (médicos, abogados, músicos, poetas, filósofos, oficinistas, comerciantes, algunos ricos, otros muy pobres). Muchos habían abandonado su religión y se habían hecho bautizar, creyendo (Edith Stein) o no (el papá de Carlos Marx). Escribían los epitafios de sus tumbas con letras latinas y no hebreas y...
Amaban Alemania por sobre todas las cosas, admiraban su liberalidad (sobre todo en comparación con el Imperio de los Zares, no así con Austria-Hungría, donde su situación era buena), su cultura, su música, sus instituciones, sus colegios, universidades, bancos, costumbres, etc., etc. Eran más alemanes que los alemanes -la típica actitud de los convertidos-. Y.... de pronto, a comienzos de los años 30, comenzó a cambiar todo... en la sociedad, la sociedad se hizo virulentamente antisemita... Comenzaron los progromes.
De nada le sirvió al abuelo de una amiga, en un pueblo de por aquí cerca, en Rheinland, salir a la calle y mostrar orgullos su Cruz de hierro. La chusma le pegó con Cruz de hierro y todo. Lo vejó a él y a su familia de una forma subhumana. El lumpen obligó a un estupendo artesano orfebre a huir de Alemania ("a tiempo") hacia tierras sudamericanas, en un periplo en barco, sumamente difícil. El abuelo no volvió nunca más a Alemania, sus hijos sí; pero él no podía, era tanta la pena, que no pudo superarla.
La asimilación, a fn de cuentas no le sirvió de nada, el racismo pudo más... Ver mi comentario sobre la integración en el artículo sobre la película austriaca "Los falsificadores", ganadora del Oscar 2008.
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