lunes, 20 de agosto de 2007

El ángel de la muerte de Wachtberg


¿Eutanasia? - El ángel de la muerte de Wachtberg (Bonn) fue el artículo en mi blog super antiguo (ese que tal vez los menos de los lectores hayan conocido), de fecha 25 de junio del 2005.

A propósito de los hechos delictivos de la semana pasada, en que seis personas de sexo masculino y de nacionalidad italiana fueron asesinados por otros mafiosos, ver Ndranghetta, me encontré con un recuento de los hechos de sangre acontecidos en los últimos años en Alemania occidental y, entre ellos, estaba este que ocurrió muy cerca de mi casa...

Supe, además, que la protagonista, fue condenada, el año pasado, a cadena perpetua (en Alemanoa no hay pena de muerte); "lo único" que se le pudo probar fue el asesinato de nueve mujeres de más de 80 años, a las que había asfixiado con una almohada.

Copio el relato, de aquel entonces, a continuación:

El viernes de la semana pasada, regresábamos del Eifel (minimontañas, comparadas con Los Andes) donde habíamos pasado la tarde en la casa de unos amigos. A la altura de la ciudad de Rheinbach, divisamos una gruesa columna de humo -más bien obscura- que se elevaba, a unos 25 kms. de distancia, en dirección al llamado Siebengebirge (no tiene relación con las siete colinas de Roma).

A medida que avanzábamos en dirección a la casa, nos acercábamos a la humareda. Cual no sería nuestra sorpresa cuando, al llegar al pueblo de Gimmersdorf, la policía nos cerró el paso. Nos debimos desplazar -no fuimos los únicos- a través de caminos reservados a la agricultura en dirección a Bad Godesberg.

Desde el sendero para tractores que rodea el pueblo escuchábamos el fuego. La columna de humo era aún más grande y gruesa, nevaban trozos ennegrecidos que alguna vez fueron parte de algo, una bodega, una casa, la iglesia del pueblo (hay siempre velas encendidas), fardos de paja, un establo (?).

Se quemaba algo en el centro del pueblo, que es muy bonito, con sus casas Fachwerk u obra especial de tabique o enmaderado o casas estilo inglés como se les denomina en mi país, término impreciso, porque hay varios estilos ingleses. (Ver foto, tal vez quienes sepan más de arquitectura que yo -no es difícil, porque no sé nada- nos puedan decir cuál es el nombre correcto de este tipo de construcción).

Preguntamos a una vecina que paseaba con un perrito (costumbre muy difundida en Alemania y que una amiga mía, estudiante universitaria coreana, consideró alguna vez como algún tipo de rito religioso) por el que es -en otras circunstancias- un tranquilo sendero.

Nos lo confirmó: se quemaba una casa en el medio del pueblo (foto de la casa quemada), una de las bonitas, parece que era de una familia de agricultores porque estaba junto a una bodega. Una ambulancia se alejaba del lugar, sin luces ni sirena. Podía significar dos cosas: o ningún sobreviviente o ningún herido. (Una ambulancia es siempre una oportunidad para enseñar a los niños a rezar por alguien que no conocen). Al día siguiente pasamos por la casa (la foto es de la misma noche del incendio): tres pisos, sólo la muralla de ladrillo quedó en pie. El techo fue cubierto con un plástico, para que no se mojara el interior (en Rhenania llueve también en verano).

Un pequeño amigo nos contó entretelones. (Los niños lo saben todo). La casa era de un matrimonio que vivía con su hija y un perro. Los padres no estaban y la casa se quemó. No hubo daños personales; los daños materiales fueron enormes. Pero los padres de la chica pondrían inmediatamente manos a la obra y refaccionarían la casa.

A los pocos días apareció un aviso de la policía, en el diario local. El incendio había sido intencional y se buscaba testigos.

Y el jueves lo supimos: la hija -Michaela- habría asesinado a seis personas y, además, sería probablemente responsable del incendio. No lo informaba la prensa sensacionalista, ávida de noticias de la llamada crónica roja, sino que el FAZ y el Die Welt.

Esto a cinco kilómetros de mi casa. Las fotos comenzaron a salir en los diarios, no conocí a Michaela; pero si la hubiera visto (verdulería, supermercado, heladería), no me habría llamado la atención. 27 años, gordita -como muchas hijas de familias campesinas y no campesinas- y, en las fotos, bastante risueña. En fin, como cualquiera hija de vecino. (Y hemos tenido vecinos bastante ilustres, por ejm. el que se quería hacer volar por los aires en Irak y fue antes apresado por la policía, vivía exactamente frente a mi casa, al otro lado de la calle, a 15 mts. de distancia puerta a puerta. Historia que dejo para otra ocasión).

Desde hace seis años, Michaela trabajaba en una residencia de ancianos en los alrededores, concretamente en el elegante Altenstift Limbach in Wachtberg, donde viven 130 ancianos (foto aérea). Ubicado en un lugar idílico -como hace ver el FAZ-. Y, durante sus turnos de la tarde, entre las 2 y las 3, habría asesinado a seis ancianas de entre 78 y 93 años. Todas enfermas. Lo habría hecho -confesó- por compasión, recurriendo al viejo truco de la almohada: les cubría la cara, hasta que morían asfixiadas... y después lloraba. Decía que las había encontrado muertas. Al parecer, no había sido capaz de soportar el sufrimiento de las ancianas y lo había querido acortar. Las defunciones no llamaron mayormente la atención, pues todas las pacientes estaban muy enfermas y se contaba con su muerte en cualquier momento. Pese a ello, el fiscal deberá investigar por qué el médico que extendió los certificados de defunción no indagó más sobre las causas de las muertes.

El fiscal de Bonn señala que una persona que asfixia a otra y que no hace nada por ayudarla, al verla morir asfixiada y en medio de grandes sufrimientos, no puede recurrir al expediente de la compasión para explicar su actuación claramente criminal.

La directora de la residencia -que ya sospechaba que algo extraño ocurría en la psiquis de Michaela- se había contactado con la policía y ésta habría comenzado a investigar a la joven. Para despistar, y en su desesperación, Michaela habría incendiado la casa. Al conocer la verdad, su padre sólo pudo decir: mi hija está muy enferma. Me pregunto si tanto la directora del hogar de ancianos, como el padre de Michaela sabían que estaba mal psíquicamente, ¿por qué no le aconsejaron -o la obligaron- a recibir atención psiquiátrica? De alguna manera, ambos tienen bastante responsabilidad, si no penal, por lo menos moral.

Hoy sábado, escuché en la radio que la cifra de víctimas del ángel de la muerte de Wachtberg había ascendido a 9, pues se conocieron tres casos más. Además, antes de trabajar con ancianos, Michaela fue educadora en un Kindergarten o jardín infantil en él que habría muerto misteriosamente un niño que tenía a su cuidado. De acuerdo a su versión, se habría pegado en la cabeza con un columpio. El fiscal ha anunciado también una investigación al respecto.

Ayer estuvimos con un grupo de amigos que viven exactamente en Wachtberg. Uno de ellos tiene a su mamá en la residencia donde trabajaba Michaela. Nos contaron que la Fundación Limbach planeaba ampliarla por valor de un millón de euros; pero que ahora, el negocio se vendría abajo. Además, nos hacían ver que hay considerar la incertidumbre de los familiares de ancianas fallecidas en la residencia durante los últimos seis años y que ahora se preguntan si su madre tal vez fue asesinada. Una de las señoras se preguntaba cuántos otros casos hay en Alemania que no se llegan a conocer.

Gisela, el ángel de la muerte mató sólo a mujeres.

La investigación de la policía -y del fiscal- recién comienza.
Las posibles víctimas serán exhumadas.
Los psiquiatras se encargarán de Michaela.
Todo muy tarde.


2 comentarios:

esteban lob dijo...

No pierde actualidad Marta.
Debe darte escalofríos o"cosa" como decimos en Chile, que los hechos hayan acontecido tan cerca de tu casa.

Cariños.

Marta Salazar dijo...

sí, una amiga mía (chilena-alemana) dice que ella no se queda aquí cuando le llegue la edad de irse a vivir a una residencia, que se vuelve a Chile!