jueves, 17 de abril de 2014
Siempre arriba y sin dejar subir a nadie
Una amiga que, durante su juventud pasó muchas temporadas en el Este de Alemania, en casas de párrocos y personas cercanas a la Iglesia evangélica (su papá es pastor luterano en el Norte de Alemania... en el Noroeste), me contaba de sus amigos de Lepizig.
Muchos de ellos (hoy entre cuarenta y cincuenta) huyeron del Este, en busca de libertad y porque no podían vivir más en ese ambiente totalitario y anti-cristiano.
Después de la caída del comunismo y de la Unificación de Alemania, volvieron a Leipzig, muy entusiasmados de poder retornar a la tierra de sus antepasados y a una región tan importante para el cristianismo alemán como es Sajonia.
Pero -continúa mi amiga con gran tristeza- no duraron mucho en la ciudad, ya que debieron abandonarla nuevamente, puesto que -contaban- aquellos que ocuparon puestos de importancia durante el antiguo régimen, seguían en puestos importantes en la nueva era... Y formaban una pseudo-elite que se repartía los cargos entre ellos y no deajaba ocuparlos a nadie que no perteneciera a su camarilla...
En otras palabras, los que eran grande en el comunismo, se las arreglaron para estar igualmente muy arriba después de la caída del mismo. Lamentablemente, lo mismo que pasó después de la II Guerra con los nazis...
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