Sorry, ayer se me olvidó escribir en este blog. No tengo otra excusa. Ya sé que soy caótica y que -lamentablemente- llevo este blog en forma igualmente algo caótica -ya me lo dijo mi amigo Rodrigo alguna vez-.
Para aumentar el caos, les cuento algo que recordamos con una amiga hace unos días, y que no tiene ninguna relación con el post anterior; se los cuento muy cortito porque tengo que bajar al pueblo.
Sucedió hace algunos años. Estábamos en un desayuno en la casa de una amiga. Las presentes, eran todas -salvo yo- de la nobility alemana.
Una de ellas (tal vez la más joven de todas y con niños muy pequeños) dice:
Lo peor que me podría pasar es que mi hija xxxx se casara con un (joven de nombre) Sven *.
Una amiga que estaba presente, me comentaba hace unos días sobre esta joven madre que hizo tal aseveración:
Me temo que la fulanita de tal se llevará muchas sorpresas y muy desagradables con sus hijos...
Con eso -por si alguien no entendió, reconozco que a veces los alemanes somos un tanto poéticos para expresarnos- que hay muchas cosas mucho peor que que tu hija se enamore de un chico que no esté "a su nivel".
__________
* Sven no es precisamente un nombre popular entre las capas más altas de la sociedad alemana.
2 comentarios:
Ahora resulta que la nobleza está en el nombre!!! yo pensé que estaba en el cerebro y en el corazón, o sea en las ideas y en los sentimientos. Recomiéndales lean "La importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde"
saludos cariñosos. Hilda
no creo que les dé para leer a Oscar Wilde ;)
besos Hilda!
Publicar un comentario