sábado, 17 de enero de 2009

Sven


Sorry, ayer se me olvidó escribir en este blog. No tengo otra excusa. Ya sé que soy caótica y que -lamentablemente- llevo este blog en forma igualmente algo caótica -ya me lo dijo mi amigo Rodrigo alguna vez-.

Para aumentar el caos, les cuento algo que recordamos con una amiga hace unos días, y que no tiene ninguna relación con el post anterior; se los cuento muy cortito porque tengo que bajar al pueblo.

Sucedió hace algunos años. Estábamos en un desayuno en la casa de una amiga. Las presentes, eran todas -salvo yo- de la nobility alemana.

Una de ellas (tal vez la más joven de todas y con niños muy pequeños) dice:

Lo peor que me podría pasar es que mi hija xxxx se casara con un (joven de nombre) Sven *.

Una amiga que estaba presente, me comentaba hace unos días sobre esta joven madre que hizo tal aseveración:

Me temo que la fulanita de tal se llevará muchas sorpresas y muy desagradables con sus hijos...

Con eso -por si alguien no entendió, reconozco que a veces los alemanes somos un tanto poéticos para expresarnos- que hay muchas cosas mucho peor que que tu hija se enamore de un chico que no esté "a su nivel".

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* Sven no es precisamente un nombre popular entre las capas más altas de la sociedad alemana.


2 comentarios:

Hilda dijo...

Ahora resulta que la nobleza está en el nombre!!! yo pensé que estaba en el cerebro y en el corazón, o sea en las ideas y en los sentimientos. Recomiéndales lean "La importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde"
saludos cariñosos. Hilda

Marta Salazar dijo...

no creo que les dé para leer a Oscar Wilde ;)

besos Hilda!